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Ayotzinapa: el dolor y la esperanza

Luis Hernández

La crisis fue propiciada por un hecho inesperado. El 26 de septiembre, la policía municipal de Iguala, Guerrero, atacó salvajemente a un grupo de ochenta alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa. Les disparó a quemarropa sin advertencia alguna; los detuvo y luego los desapareció. Cuatro hechos asociados entre sí nos permiten explicarnos el por qué de la masacre. En primer lugar se encuentra la estigmatización de los normalistas rurales en general, y de los de Ayotzinapa en particular; la impunidad generalizada que prevalece en el estado de Guerrero y que ha llevado al asesinato y desaparición de lucha- dores sociales sin que los responsables hayan sido castigados; el clima de delincuencia en el que diversas bandas disputan centros de producción y mercados de drogas, y por último la existencia de un narcoestado. La incapacidad gubernamental para esclarecer los hechos y la impunidad con la que se ha protegido a los políticos involucrados han provocado una oleada de rabia en todo el país. Los hechos han sacudido a la opinión pública en todo el mundo. La Casa Blanca, el Papa Francisco y la misma Unión Europea han tomado cartas en el asunto. La imagen del presidente Peña Nieto se resquebrajó, a pesar de que había adquirido notoriedad mundial al haber impulsado con éxito –aunque sin consenso social– un nuevo ciclo de reformas neoliberales.

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